Rayos y centellas sobre Toledo
José María Gutiérrez Arias
“Como caballo salvaje,
saltando de nube en nube,
corre inquieto, baja y sube
sin frenos y sin rendaje;
tenido fue por mensaje
de celestiales enojos,
pues, lanzando dardos rojos,
el alto muro derrumba,
y abre inesperada tumba
a polvorientos despojos”
“El Rayo” , Melchor de Palau
Observo con detalle esa cornisa desde mi privilegiada atalaya, una terraza que toca la torre de San Justo, y lo que veo me impresiona. La fisura no tendrá más de dos centímetros en su parte más alta, abajo la obra de fábrica no ha podido aguantar la tensión y ha reventado abriéndose un amplio tajo en el primer y segundo escalón del voladizo. Sin embargo el remate de plomo y la cubierta de pizarra en ese borde … ¡ están intactos !
Sigo dándole vueltas al asunto mientras disparo varias fotografías al chapitel de la torre de la Iglesia de los Santos Justo y Pastor. Estoy deseando llegar pronto a la oficina para ver con detalle lo que estoy retratando. Llevaba tiempo deseando ver de cerca los efectos de la caída de aquel rayo que la tarde del 16 de julio de 2008 alcanzó el esbelto campanario de esa iglesia.
Este suceso nos sirve de inspiración para escribir una nueva entrada en nuestro cuaderno de bitácora, y de paso rescatar alguna noticia antigua sobre la caída de rayos en el casco histórico. No es nuestra intención dar muchos datos técnicos sobre los rayos, su formación, dimensión, … estas cuestiones se pueden consultar fácilmente en internet, el objeto principal de esta entrada, y de las ya publicadas, es seguir conociendo pequeños detalles y anécdotas que nos hagan ver nuestra ciudad de otra manera.
Entre las principales inquietudes que se plantea un técnico al estudiar la rehabilitación de una torre una de las cuestiones, que suele ser transcendental, es la relativa a la defensa contra el rayo. Está sobradamente demostrado que este tipo de emplazamientos son reclamos para la descarga de la tensión eléctrica de la atmósfera, el rayo mientras busca esa conexión se bifurca, ramifica y zizaguea. El aire es mal conductor de la electricidad y por tanto si se puede encontrar algún elemento elevado que reduzca la distancia nube-tierra allá ira la chispa a besar el suelo. En nuestras antiguas torres nunca ha habido pararrayos, la mayoría son de época medieval y el invento de este benéfico paraguas no se hizo hasta mediados del siglo XVIII. Del análisis de esta inquietud parece claro que es fácil que se cree un dilema en el técnico rehabilitador, aunar estética con efectividad, ¿ respetar la imagen original de la torre o ponerle una moderna y protectora lanza en su caballete de cubierta ?
En el caso de la torre de San Justo, que nunca ha tenido pararrayos, en su reciente restauración se respetó la imagen original. Siempre la colocación de un pararrayos modifica de forma importante la estética de la veleta, bola o cruz que se instale en lo alto del baluarte. En algunos casos el montaje del pararrayos será imprescindible, como es el caso de la torre de la Catedral Primada, al ser éste un punto emblemático en cuanto a altura y a su valor monumental que se hace necesario preservar. Aquí no hay discusión posible. De hecho no sólo la torre está protegida sino que también toda la Catedral en su extensión, como se puede observar en las fotografías.
A veces el pararrayos puede pasar desapercibido en virtud de la mayor o menor carga de diseño de la forja de remate, en otros casos, si bien no los más habituales, el mástil captador se puede adaptar sin problemas a la imagen tradicional del remate de la torre. Este es el caso de la torre de San Andrés donde el pararrayos queda perfectamente integrado.
En algunos casos prima evitar el riesgo aunque el resultado final no sea muy agradecido a nivel estético. Este es el caso de la torre de San Vicente.
O también el de la torre de San Miguel, aunque en menor medida.
En algunos casos, sobre todo en pararrayos más antiguos, el mástil es difícil de esconder por su excesiva esbeltez, como en la torre de San Nicolás.
Referente al registro de antiguas de caídas de rayos en Toledo no es fácil encontrar datos, es necesaria una labor detallada de estudio de archivos. Sin ánimo de perdernos entre los papeles si podemos comentar que hay constancia de la caída de rayos en varias torres toledanas. En la torre de Santo Tomé cita algún autor la rotura de varios maineles y un arquillo en la cara oeste como consecuencia del impacto de un rayo (ver «Maineles mudéjares» de D. José Aguado Villalba). También hay notas al respecto de caída de rayos en la torre de la Catedral, como curiosidad transcribimos un apunte del libro de D. Ramón Sánchez González «Iglesia y Sociedad en la Castilla Moderna, El Cabildo Catedralicio de la Sede Primada (S. XVII)»:
«… El culto a las reliquias tan propio de la religiosidad barroca imperante en la Castilla de la época alcanzaba expresiones singulares, sobre todo en relación con la utilización de restos y vestigios de santos para protegerse ante determinados peligros. Una muestra un tanto curiosa, de esta situación la podemos encontrar en la decisión adoptada en sesión capitular de 22 de junio de 1630, cuando el fragor de una tormenta descargó un rayo en la torre de la catedral dañandola, y para conjurar el peligro de que se repitiera el suceso deciden poner en una caja de plomo la parte de reliquias del Sagrario que les pareciere con Agnus Dei y Cruz de San Toribio y de Caravaca y sentarla en la parte de la torre de esta Santa Iglesia que más convenga contra rayos y tempestades.
En nuestra historia más reciente también hay noticias sobre la descarga de rayos en el casco histórico. El día 16 de julio de 1974 ( ¡ idéntica fecha que el rayo de la torre de San Justo ! ) un rayo impactó sobre el torreón derecho de la Puerta de Bisagra provocando algunos daños en el tejado del mismo. Por último recordar la descarga de un rayo sobre el torreón noreste del Alcazar el día 12 de agosto de 2011, que supuso la evacuación de la Biblioteca Regional e importantes desperfectos en la instalación eléctrica de este edificio.
Agradecemos al fotógrafo David Utrilla la generosa cesión de las «eléctricas» fotografías que abren y cierra esta entrada del blog.
José María Gutiérrez Arias. Consorcio de la Ciudad de Toledo
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