Tejas vidriadas en la cubierta de Lorenzana

Pablo González Collado

Recientemente pudimos observar desde un inmueble cercano, la cubierta del edificio de la universidad conocido popularmente como “edificio Lorenzana” en recuerdo del cardenal Francisco de Lorenzana, mecenas de la obra del edificio allá por el siglo XVIII y cuyo proyecto encargó al arquitecto neoclásico Ignacio Haan. No es objeto de esta entrada el profundizar en el proyecto del edificio o la obra del arquitecto, sino comentar el sistema de cobertura del tejado que se empleó. No obstante, el lector interesado puede encontrar abundante información sobre Haan en el libro que editó el Consorcio de la “Exposición Homenaje a Ignacio Haan: Arquitecto de la Luz”, también organizada por dicha entidad en noviembre de 2010.

Durante la restauración de las fachadas norte y oeste, acometida por el Consorcio durante el año 2011 tuvimos oportunidad de conocer los restos de cubierta vidriada que quedan del edificio primigenio. En la vista áerea de arriba puede verse el cambio de tonalidad en faldón y medio de cubierta debido al intenso color verde del tejado original (se ha retocado digitalmente el contraste de la imagen para acentuar este efecto).

La motivación de las presentes líneas está, por tanto, en las tejas de cerámica vidriada que cierran la cubierta del edificio, por su singularidad constructiva y su interés en el proceso de fabricación.

Cabe destacar que la tipología del sistema de cubrición es romana, componiéndose de una “tegula” plana ensamblada en favor de la evacuación de las aguas formando los canales y una teja curva o “ímbrice”, formando las cobijas, tal como se muestra en la siguiente composición de imágenes.

Las tejas canales presentan un vidriado verde-azulado turquesa y las cobijas un vidriado blanco (aunque existen algunas también turquesas). Llegados a este punto parece oportuno explicar qué es y cómo se obtiene un vidriado, información que hemos procesado a partir del asesoramiento aportado, tras interesantes conversaciones con él, por el conservador D. Antonio Perla, quien, como experto en temas cerámicos, ha puesto en nuestro conocimiento los misterios de la ejecución del vidriado: la pieza de barro cocido que conforma la teja, llamada “bizcocho”, es tratada por inmersión o por vertido en una solución de tres componentes: fundente, opacificante y color, para después pasar a su cocción. El fundente, que suele ser plomo, se encarga de vitrificar la superficie, el opacificante, a base de estaño, aporta el fondo plano sobre el que se vitrifica y el color se consigue mediante pigmentos naturales, pues sin éstos el color sería blanco (el que aporta el estaño). En el caso que nos ocupa el color verde o azul turquesa se consigue a partir de carbonato de cobre.

La cerámica vidriada confiere propiedades impermeables a las tejas y las dota de una estética característica. No conocemos otros paralelos en la ciudad aparte de las cubiertas de las torres gemelas de la Puerta de Bisagra y la cubierta cupular de una capillita en la iglesia de Santo Tomé, también de teja cerámica vidriada, por lo que el sistema constructivo que hoy les mostramos adquiere, además, el valor que otorga su singularidad. Por doblar el interés, podría decirse que es el único ejemplo de cubierta “romana” con tejas vitrificadas que existe en España.

Pablo González Collado. Consorcio de la Ciudad de Toledo

 
4 comentarios
  1. Unidad Técnica
    Unidad Técnica Dice:

    Tiene usted razón. En nuestro descargo decir que aunque en el texto se habla sobre la cerámica vidriada de forma genérica, nos referíamos con “inexistencia de paralelos en la ciudad” a la estricta jurisdicción geográfica del Consorcio de Toledo que es el Casco Histórico. No conocemos más teja cerámica vidriada dentro del Casco que la existente en las torres de la Puerta de Bisagra y la cupulita de Santo Tomé. No obstante, estamos ávidos de conocer otros ejemplos que nuestro desconocimiento nos impide vislumbrar por lo que les invitamos, lectores, a compartir con nosotros toda información que pueda ser de interés para la comunidad.

  2. Rosalina Aguado
    Rosalina Aguado Dice:

    Estas tejas son idénticas a las de la Puerta de Bisagra, realizadas por Sebastián Aguado. Las blancas y verdes se pusieron en un primer momento y los escudos de Toledo en los años 30. Cuando se restauraron los chapiteles de Bisagra, mi padre regaló tejas e ímbrices que aún quedaban en el taller para poder sustituir las piezas rotas.
    Creo que las piezas que se muestran en las fotografías bien pueden ser del taller Aguado.

  3. Francisco García Martín
    Francisco García Martín Dice:

    También los que nos dedicamos a la colaboración en prensa en materia de patrimonio aportamos nuestro grano de arena a través de la denuncia y la crítica. En este caso, el artículo se publicó en La Tribuna de Toledo y tuvo como resultado inmediato la recuperación de las tejas que hasta ese momento se estaban tirando en contenedores. Os dejo el artículo:

    LA ARQUEOLOGÍA EN TOLEDO (I): LAS TEJAS DE LA UNIVERSIDAD. 12-X-01

    Tan reincidente el tema y tan de urgente actualidad. Lo hemos tratado bajo epígrafes genéricos, bajo el título de “arqueología urbana”, con más o menos amplitud. Y sin embargo las autoridades hacen oídos sordos a algo tan prioritario y necesario en su práctica e imperiosa utilidad.

    Toledo, es bien sabido por todos, transpira por sus poros riqueza arqueológica. Arqueología nombrada con los principios epistemológicos más recientes: arqueología en el subsuelo, en los muros y en techos. En elementos estructurales y decorativos, en inmuebles y paisaje urbano. En toda su riqueza expresiva: tesoros y piezas insignificantes para el anticuario pero imprescindibles para el investigador.

    Surge este recordatorio por un hecho trágico, y por ello sale también fuera de su día habitual: los jueves. Lo es porque en el Edificio Lorenzana se están quitando y destruyendo unas tejas vidriadas del siglo XVIII, sobre una cubierta que mandara edificar uno de los arquitectos más desconocidos pero muy interesantes académicamente: Haans. Tejas vidriadas que eran un verdadero tesoro que sobrevivieron al tacaño presupuesto con el que siempre contó el Instituto de Toledo para las reparaciones y mantenimiento del edificio durante 125 años en los que ocupó el mismo.

    Cuando leímos que se procedería a la inversión de una suma cuantiosa en el edificio no nos explicábamos como una fábrica tan robusta, como lo es este edificio que mandara construir Lorenzana, necesitara intervenciones de cierto calado. Nos quedó la tranquilidad de que inversiones millonarias nunca vienen mal a cualquier edificio, cuanto menos este que nos ocupa, destinado a servir para actividades de cierto prestigio y alta representación de nuestra universidad regional. Por otra parte, el prestigio del arquitecto que dirige o aprueba las obras de los edificios en los campus de esta universidad, Diego Péris, está fuera de dudas por su trayectoria política y profesional.

    Algo falla aquí. Bien el proyecto de intervención, bien el seguimiento –preceptivo- del profesional o profesionales de la arqueología que deben estar atentos a aquello que fuese de interés patrimonial, y las tejas vidriadas lo eran. Tejas que recogían la tradición mudéjar de la ciudad, Que conectaban con el espíritu que inspiró al edificio: de durabilidad, higiene y sobria belleza. Muestra de una tradición –la de tejeros- de muestras importantes en nuestra ciudad, sometida ahora a procesos industriales de producción.

    Ciertamente el edificio Lorenzana a sobrevivido a todos los avatares de la Historia –fue testigo activo de guerras contra el francés, el carlista o de la última guerra civil-, nunca conoció, a lo largo de doscientos años, el fuego. Su estructura en la zona noble -Paraninfo, Biblioteca y aulas-, prácticamente ha permanecido intacta, con la disposición que Haans ideara.

    Esperemos que el observatorio metereológico se mantenga como testigo de una actividad que conoció el Centro a lo largo de su historia. Que el sistema de aireación de la espléndida bóveda estucada mantenga su estructura original. Que no se introduzcan elementos “modernos” en la techumbre y que, por supuesto, los elementos arquitectónicos que han definido al edificio se mantenga igual.

    Se deben pedir responsabilidades, pues haberlas las hay. Nos tememos que si por cosas mayores nadie ha movido un dedo en esta ciudad, esta actuación la considerarán nimia las autoridades competentes y se convertirá en una muestra más de dejadez política y cuando menos de ineficacia administrativa.

    [Este artículo se publicó fuera de la columna por la premura en denunciar lo que estaba ocurriendo. Surtiría efecto, ya que inmediatamente se recogieron las tejas de obra y hubo un pronunciamiento oficial diciendo que se repondrían en su lugar aquellas que se encontraran útiles para ese objeto]

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