La domus del colirrojo
Jose María Gutiérrez Arias
El término “Domus” es una palabra latina con la que se designaba, en época romana, las casas de cierto nivel. Casas con una entrada en vestíbulo, abierto a un patio interior, … Edificios en suma muy parecidos a los que nos encontramos habitualmente en Toledo. Estos días pasados, realizando las visitas semanales, tuve la oportunidad de visitar dos “domus“, y en ellas tuve la curiosa coincidencia de encontrarme con unos habitantes singulares: una pareja de colirrojos tizón. Unos pajarillos maravillosos, emplumados toledanos residentes del casco histórico, y además con familia numerosa. En el nº 3 de la Calle Recoletos vi una pareja, en el Callejón de Menores nº 6 vi la otra. Ambas parejas ya han sacado adelante dos nidadas esta temporada, tarea complicada con lo difícil que está la vida ahora. Qué bonita lección de vida me enseñan estos amigos con su afanado trajín diario.
Los colirrojos de la Calle Recoletos son viejos conocidos, ya en el año 2013 habitaban en esta casa. Creí perder su amistad en ese tiempo, unas obras de rehabilitación nos hicieron desmontar patio y nido para unas obras de rehabilitación. La obra quedó muy bien pero … el patio perdió a sus pequeños guerreros de faldón incandescente. Un fallo imperdonable. Afortunadamente se nos quedó algún resquicio sin tapar entre la viguería de madera del patio. Allí sobre el lomo de una gran jácena corrida, y aprovechando el hueco de una tabica, volvió la pareja de colirrojos a reconquistar el espacio perdido. Mientras les fotografío me asombro de no ver rencor alguno, incluso papá tizón parece hacer una pose sobre el collarino del capitel en el que se posa. Hoy recuperamos esa confianza perdida.
La otra pareja de colirrojos, la del Callejón de Menores nº 6, comparte edificio con Yolanda y Pedro, dos buenos amigos. Aquí los colirrojos sacan a relucir su carácter, se enfadan un poco cuando cruzamos el patio de la “domus”, el patio es más pequeño y no les gusta que pasemos muy cerca del nido.
Pedro dispara una foto a la colirroja antes de que ésta se disponga a dar el ágape a los pollos. Una vez alimentada la prole vuelve el pajarillo a salir a la caja del patio y con un alegre tintineo marcha a buscar nuevos suministros. Estos pequeños animales dan un toque de alegría a nuestras casas, no es necesario que nuestros edificios estén blindados y estancos, sin ningún resquicio o rincón para que se puedan alojar. Es cierto que se producen molestias pero en la mayoría de los casos son fácilmente asumibles. Esperamos poder disfrutar por mucho tiempo de estos compañeros de viaje y que nuestras casas sean con ellos un poquito más alegres.
Jose María Gutiérrez Arias
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