El vuelo del tejaroz
Jose María Gutiérrez Arias
Martes por la mañana, nuevo día de visitas de inspección. Hoy llego a mi destino pronto, junto a la Posada de la Hermandad, la puerta del portal está abierta y veo que me toca subir una larga escalera hasta el penúltimo piso. La vivienda que visito está recién rehabilitada, su propietaria está contenta a medias pues todavía quedan remates por resolver. Pese a todo, quedo impresionado por la luz, la distribución y la belleza de este espacio creado para vivir. Lo miro todo, quizás más con ojos curiosos que arquitectónicos, es una vivienda muy bonita. Una vez que no ha quedado ni un solo rincón sin revisar busco goloso rematar el festín, me queda el postre: me asomo presto a las ventanas de medio punto, casi puedo tocar las recias fábricas de la Catedral, también el mercado y contemplar la parte alta de la Posada de la Hermandad.
La dueña de la casa me deja hacer, no hay ventana desde la que no haga fotos, no sé que pensará de mí, … me gusta tanto Toledo. En la última ventana me entretengo un poco más, la vista es un espectáculo, tengo delante el gran alero de madera que protege la fachada de la Posada de la Hermandad. Es un formidable tejaroz con doble vuelos de canecillos.
Desde abajo, a nivel de calle, lo había visto muchas veces. Ahora de cerca me llama la atención su gran vuelo, con sus canecillos rematados a modo de ariete vikingo, doble espolón y proa de barco. Tiene este alero el morro dirigido a lo alto, es orgulloso, sabe que es parte de edificio noble, vuela mucho y para ello pica alto, trata de compensar la fuerza de la gravedad que tira para abajo de su testa cargada de tejas. Por un momento pierdo el norte, … si el alero apunta a lo alto ¿ cómo puede dejar salir el agua del tejado ? Sí, ahora ya lo veo, no era tan orgulloso como yo pensaba, más bien es humilde y disciplinado, se adapta a la pendiente del tejado que pasa por encima de él. Sabe perfectamente cual es su función y para ello levanta el rostro, para que el agua pique lejos, proteger la fachada, librar de salpiqueos el recio portón de la Hermandad, dejar fuera de la intemperie heraldos y escudo, … dar solemnidad y grandeza al edificio. No se puede hacer más con menos, envidio tu vuelo, noble tejaroz.
Muy bonito artículo Jose María, con el que acabo de aprender una nueva palabra, (tejador), aunque no la contemple la RAE
Saludos
Perdona el error. Había leído mal la palabra, TEJAROZ esta en la RAE.
Es cosas de mis ojos.
Muchas gracias por el comentario. Un saludo …
Hola Jose, !Qué interesante ese detalle arquitectónico que nos descubres! Un abrazo
Sí, Toledo despliega generoso mil soluciones constructivas. No hay que perder ni un detalle y disfrutar de todo.
Muchas gracias por el comentario. Un abrazo