El taujel de los Dos Codos
Jose María Gutiérrez Arias
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Toledo es singular por muchas cuestiones. Para los que trabajamos en el entramado residencial de la ciudad antigua, una de las circunstancias que más nos sorprende es la profusión de elementos arquitectónicos notables, de datación centenaria, que conforman una gran parte de los edificios. Todas las ciudades históricas suelen conservar, en mayor o menor medida, edificios que han preservado en su configuración actual un buen catálogo de elementos arquitectónicos nobles. En el caso de Toledo, el número de edificios que conservan elementos singulares es muy elevado. Los especialistas y estudiosos de la ciudad han explicado las causas de este devenir edificado de forma muy abundante y clara: … aprovechamiento al máximo de los elementos constructivos y recursos existentes, épocas de crisis y dificultad económica que han impedido la renovación profunda de los edificios, …
Este blog pretende mostrar, a modo de punta de iceberg, el numeroso patrimonio arquitectónico singular que esconde la ciudad de Toledo. Enseñar, con pruebas concretas y visibles que Toledo es una ciudad muy especial, y lo que atesora no es fácil encontrarlo en otros sitios. Hoy les traemos una prueba más.
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Hay en el Callejón de los Dos Codos una casa de fachada sencilla, de umbría casi permanente, discreta en sus atributos arquitectónicos. Relevante más por lo que no tiene que por sus escasos encantos, … un elaborado mirador anclado a media altura. Los ojos del caminante se van al rojo portón del “Jacaranda”. Como suele suceder de forma muy frecuente en Toledo hay más dentro que fuera. El portoncillo de entrada de esta casa abre casi de forma directa al patio interior, el portal es un suspiro, una pierna está en la calle cuando la otra ya huella el solado ajedrezado del patio. Esta brevedad de espacio no ha sido problema para que el portalillo se lleve el protagonismo de todo el edificio. Su techo está cubierto por un curioso taujel, un techo plano de madera decorado con lacerías y un cubo de mocárabes. La labor de lazo es mala, sin embargo el cubo de mocárabes es muy bueno. El techo es de forma irregular y eso complicó al carpintero que intentó imitar una lacería mudéjar. Aquí hubo dos carpinteros, uno para el lazo, otro para el mocárabe, y también dos tiempos … el cubo de mocárabes es obra vieja, morena de humo y tiempo, seguramente de otro sitio, y la urdimbre lacera es de tiempos “recientes”.
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Las paredes también están decoradas, todo forrado al gusto “árabe”, un combate contra el “horror vacui” a bases de paneles tallados de madera con atauriques, palmetas, ménsulas, … y una pequeña concesión al yeso en el arco angrelado que corona el hueco de paso al patio.
No se advierte nada más en el interior, todo está encalado y cubierto por cañizos. Tan solo en el techo del “Jacaranda” se ven vigas agramiladas y decoración heráldica pintada en las tabicas. Esta casa tiene alma noble aunque su atuendo encalado es de monje dominico. Seguramente, en un futuro no muy lejano, esta casa mostrará nuevos elementos arquitectónicos que vendrán a enriquecer el rico patrimonio de nuestra singular ciudad.
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En recuerdo de Saturnino González Franco
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Como siempre, sacando a luz esas joyas escondidas o camufladas bajo un pobre cañizo de esta singular medina.
Cuantos elementos patrimoniales llegan a nuestro conocimiento gracias a vuestra labor de estudio y divulgación.
Enhorabuena buena una vez más Josè María. Excelente hallazgo y apuntes, con esos toques poéticos como acostumbras.
Muchas gracias a todos por sus comentarios. Un saludo cordial