Un gigante bajo nuestros pies
Jose María Gutiérrez Arias
Una de las principales características asociada a los hallazgos arqueológicos romanos del entorno de la Plaza de Amador de los Ríos, en pleno centro del casco histórico de Toledo, es la gran monumentalidad de los elementos descubiertos. Los actuales trabajos de rehabilitación del criptopórtico romano de la Calle Navarro Ledesma han permitido confirmar esta característica común y refrendar, aún más si cabe, que el complejo de estructuras que se ocultan bajo los edificios de la citada plaza tienen unas dimensiones e importancia singulares. Esta – por que no decirlo – fantástica circunstancia provoca como “daño colateral”, que algunos de los elementos individuales, que constituyen parte del conjunto arqueológico, pasen casi desapercibidos, anulados visualmente por la magnitud general de los elementos arquitectónicos existentes.
Este es el caso del elemento arqueológico que hoy queremos mostrarles. Una vista interior de uno de los aljibes que se encuentran en el entramado de construcciones subterráneas del inmueble nº 1 de la Calle Navarro Ledesma. Un depósito de aguas muy antiguo, seguramente de traza romana, y con el que nos hemos atrevido a jugar, fotográficamente hablando, inspirados por el color verdoso del agua de su profundo vaso. No es habitual encontrar en nuestra ciudad aljibes de esta época, aunque deben ser más numerosos de lo que parece, modificados, reutilizados y ampliados en época medieval, han cambiado de traje y aspecto aunque su percha sigue siendo romanorvm. Los distinguimos amparándonos en lo observado en otros aljibes de características similares, de los que disponemos más datos: planta rectangular o cuadrada, muy esbeltos – planta pequeña en relación a su altura -, ejecutados en hormigón romano (el mil veces nombrado opus caementicium), revestidos interiormente con mortero hidraúlico (opus signinum) y con remates en forma de cuarto bocel en todo el perímetro de su fondo.
Su esbeltez puede venir asociada a la necesidad de aunar varias virtudes y conseguir la mayor efectividad posible en su construcción: alcanzar la máxima capacidad de almacenamiento ocupando el menor espacio en planta posible, espacio edificado que puede ser utilizado para otros usos (sótanos, caballerizas, almacenes, …). Buscar en la hondura un apoyo firme que soporte el gran peso de la carga de agua almacenada – normalmente estos aljibes presentan su base excavada en la roca.
Su resistencia se basa en la utilización del opus caementicium (del latín opus = obra, caementum = argamasa), hormigón romano elaborado con cal, arena y piedra machacada en pequeños mampuestos (en nuestra ciudad suele utilizarse como materia prima el granito). El opus caementicium es una de las claves del éxito arquitectónico de las construcciones romanas, por su velocidad de ejecución y la solidez de la construcción una vez terminada.
Su impermeabilidad se consigue gracias a que están revestidos interiormente con un revoco singular, formado por cal, arena y trozos de ladrillo o teja machacados, material éste que dota de hidraulicidad a la mezcla y colorea en tonos rojos el interior de los aljibes.
Su efectividad en la tarea encomendada, almacenar y conservar potable el agua, se consigue finalmente con la ubicación subterránea de estos depósitos, que permiten igualar las condiciones naturales en las que se encuentra el agua en los acuíferos: ausencia de luz (evitando la proliferación de algas) y temperatura fresca y estable.
Construcción sencilla, resistente, durable y efectiva, con una prueba de uso de 2.000 años. Ejemplo a seguir para los que trabajamos en el sector de la construcción.
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