La bóveda del frío
Jose María Gutiérrez Arias
Quizás alguna vez, caminando en esta época del año por el laberinto de calles de la ciudad antigua, habrás podido sentir, en medio del pesado bochorno, como si atravesaras una burbuja de aire gélido, una repentina y fugaz bocanada de aire fresco que en breves instantes dejas atrás. Desconcertado te paras. Si llevas tiempo o mucho calor buscarás el origen de tan agradable venero de frescor. Atrás vislumbras, casi al pie del pavimento y sobre la pared de un silencioso caserón, un discreto ventanuco armado en jambas por recios sillares de granito. Parece ventana de cárcel, no de casa, una robusta crucería de forja sella su oscura boca. De ahí sale ese fresco alivio que hace recuperar el resuello. Pero no te paras mucho, ese frío es de mazmorra y un sexto sentido te dice que te alejes pronto …
La disposición constructiva o el diseño de muchas de nuestras casas centenarias del casco histórico incluye en su trazado interior profundos sótanos, generalmente abovedados, que se extienden, en mayor o menor medida, en función de la importancia de la casa, bajo las crujías que rodean los patios interiores. Esos sótanos abren bocanas abocinadas, para ventilación e iluminación, hacia los patios interiores y otras veces, las menos, hacia la calle.
Estos sótanos han tenido a lo largo de su vida útil muchas funciones y todavía aún se les sigue sacando partido para actividades diversas. Caballerizas, fresqueras para guardar alimentos o vinos, carboneras, refugios antiaéreos en época de contienda, cárceles, escondites para juegos infantiles, viviendas para época de carestía, almacén trastero, gimnasio, sala de fiestas, … y mil usos más que la imaginación o la necesidad han puesto o pondrán en juego.
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Recientemente visité un espectacular sótano medieval muy bien restaurado. Excavado parcialmente en roca, no presentaba signos de una humedad excesiva, uno de los principales males que sufren estos espacios. Base de roca, rosca sencilla de ladrillo dispuesto a soga y un buen mortero de cal para ligarlo todo. La fuerza de la gravedad hace el resto. Una tarima laminada y una pequeña alfombra hace un poco más acogedora esta pétrea jaula.
En verano necesitas una chaqueta, en invierno te sobra el abrigo, me dice su dueño … Un escalofrío me recorre la espalda, creo que está motivado más por la envidia que por la temperatura.
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